Para este lector, el relato de Born to run empieza con una escena en la que un niño observa cómo su madre, en bata de casa y con rulos de color rosa en la cabeza, pega el oído a una pared para escuchar con mayor nitidez el vocerío, para entender el porqué de los golpes que venían de al lado.
Lo irritante para el menor no es que a su madre le interesen las historias de los otros, sino que ese mismo vecino “corpulento y rudo” que ahora golpea a su mujer y probablemente a sus hijos haya colgado unas campanillas chinas en el porche de su casa, un artefacto que se propone generar armonía y felicidad.
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