Al incautar sus pertenencias y clausurar el cuarto modesto de la calle Muralla, aquel capitán de la joven Policía Revolucionaria, delgado, de barba incipiente más cristiana que rebelde, y empeñado en ocultar con un tic de su lengua hacia afuera una leve marca de labio leporino, daba por cerrado el caso del occiso Benito Kozman, un hombrecito de unos cuarenta años, raro como su apellido y sus costumbres, hallado cadáver hoy 3 de agosto de 1962, según consta en un acta mecanografiada a prisa en la comandancia municipal con la tipografía de una máquina Underwood bastante maltratada que antes había pertenecido a la redacción de la revista Carteles. Sigue leyendo
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