Será siempre no más que una coincidencia, pero en el mismo año de 1933 en el que la Librería Bergua publicaba en Madrid los Ragionamenti o Diálogos putañescos del díscolo Pietro Aretino, se escribía en París un segmento igualmente descarnado en el diario de Paul Léautaud.
Conocido por su labor como Secretario de la revista y casa editora Mercure de France, por la atmósfera incestuosa de su novela Le Petit ami, de 1903, y por el dejo de necrofilia de In Memoriam, de 1905, Léautaud (1872-1956) llegará a ser mucho más célebre por su imagen “física, moral, intelectualmente repugnante” -al decir del comedido Philippe Soupault-, pero sobre todo por haber llevado durante más de 60 años, exactamente desde 1893 hasta 1956, un minucioso diario en donde daba cuenta de la algazara de los salones literarios parisinos (“No me gusta la gran literatura”, escribe), de su rutina de hombre solitario, o del estado de los tantos gatos y perros con los que convivía en su casa en Fontenay-aux-Roses, a las afueras de París.
Dejando a un lado la ambición del propio Léautaud de ver publicados en su integridad los 19 tomos de sus diarios, y para que el lector en castellano tenga una idea más o menos global del devenir refractario de un escritor poco dado a la hipocresía de los cenáculos y de un hombre de vida y escritura decididamente insalubre, las Ediciones y Talleres de Escritura Creativa Fuentetaja acaban de sacar a la luz apenas unas 900 páginas, que de por sí es poco, pues el total supera los diez mil folios, pero que muchos sabemos agradecer.
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