En la escena hay un retrato de Iósif Stalin, uno de esos cuadros de líderes tan habituales en las últimas cinco, siete, nueve décadas, según la ciudad desde donde se mire: Moscú, Praga, La Habana…
Detrás de aquel retrato, al que sólo es posible acceder gracias a una vieja silla, un hoyo en la pared, y del otro lado un baño de familia, “lavadero sórdido” en el que, durante la guerra, todos se bañaban con la misma agua.
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